Nadie satisfecho

Como ya viene siendo habitual, la decisión tomada por el Consejo de Ministros respecto al trasvase Tajo-Segura no ha dejado contento ni satisfecho a nadie. En su reunión del viernes, dicho órgano acordó derivar un total de 92 hectómetros cúbicos de agua de la cabecera del Tajo para diferentes usos durante los próximos cuatro meses asumiendo, de esta manera, la propuesta realizada unos días antes por la Comisión de Explotación del trasvase que recomendó enviar 62 hectómetros cúbicos de agua para abastecimiento humano en la Mancomunidad de los Canales de Tabilla (2,5 millones de personas de 79 municipios de Murcia, Alicante y Albacete y los municipios almerienses dependientes de la entidad pública Galasa), 10 para el parque Nacional de las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real, y 20 para regadío en la cuenca del Segura. Y es, precisamente, ésta última, la cantidad destinada al riego de cultivos, la que más polémica ha provocado.

Desde Castilla-La Mancha se rechaza en plano y el propio Ejecutivo regional la califica de imprudente, puesto que la situación de los embalses de la cabecera del Tajo sigue siendo crítica y, además, a las puertas del verano, cuando ya no se esperan precipitaciones. Por ello, advierte que se vigilará estrechamente el uso que se dé a esa agua. Esta advertencia está más que justificada y debería trasladarse también a la utilización del agua destinada a consumo humano, ya que existen sospechas más que fundadas de que el líquido elemento procedente de los embalses de Entrepeñas y Buendía se ha destinado en otras ocasiones a abastecer campos de golf.

Pero en el otro lado, en la cuenca receptora, tampoco nadie está satisfecho con la decisión gubernamental, ya que esos 20 hectómetros cúbicos se alejan mucho de la cantidad de agua que se había pedido. En este punto, cabría recordarles a los regantes murcianos que en estos momentos los embalses de la cabecera del Tajo están tan sólo al 18,75 por ciento de su capacidad y que en los próximos meses de verano no se espera que se produzcan precipitaciones de agua que ayuden a mejorar su pésimo estado. Deben de entender que desde Castilla-La Mancha se comprende su temor a que la falta de agua haga peligrar sus cultivos, pero también desde El Levante se debería de asumir que primero hay que atender las necesidades de consumo humano -la situación de los pantanos no es nada halagüeña-, luego las propias de la cuenca cedente -quizás no sepan que algunos municipios ribereños, a escasos kilómetros de los pantanos, tienen que ser abastecidos para beber agua con camiones cisternas en verano- y luego, si sobra algo, distribuirlo entre todos -aquí también entrarían los ribereños, quienes han invertido en infraestructuras de ocio y hostelería entorno a los pantanos ahora secos y sin visitantes ni turistas-.

 

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