Regadíos con más pasado que futuro

«El actor básico, el agente fundamental del regadío histórico es el agricultor, no debemos olvidarlo. Sin él no haríamos nada». Así, con esta rotundidad se expresa el profesor de Geografía de la Universitat de València, Jorge Hermosilla, que ha dirigido el mayor estudio que se ha realizado hasta ahora sobre los sistemas de irrigación tradicional en España y la sostenibilidad de los paisajes culturales que han creado.
La unidad de investigación de Estudios del Territorio, del Paisaje y del Patrimonio (Estepa) que lidera Hermosilla, en colaboración con geógrafos de siete universidades, ha analizado, cartografiado e inventariado el patrimonio hidráulico y cultural de 25 regadíos históricos repartidos por una docena de autonomías: Andalucía, Aragón, Canarias, Cataluña, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Comunitat Valenciana, Extremadura, Galicia, Illes Balears, Madrid y Murcia.
Los 25 paisajes, seis de ellos valencianos, que recogen las 608 páginas de esta obra publicada por el Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, van desde los grandes regadíos históricos como el Valle del Jarama-Tajuña de Madrid, els Canals d’Urgell de Lleida, o las vegas de Granada y Valencia, hasta pequeños microrregadíos como los de Alpuente, Los Sauces de la isla canaria de La Palma o los de A Estrada en Pontevedra, todos ellos con sus galerías drenantes o minas de agua («foggaras»), en la mayoría de los casos fuentes que se han creado de forma artificial al excavar manantiales naturales.

«El goteo, la pena de muerte»
Pese a la variedad de escalas y técnicas de riego, Hermosilla destaca que la problemática que pone en jaque el futuro de estos paisajes históricos «es similar en todos ellos». El geógrafo cita tres factores que interactúan entre ellos. El principal, en su opinión, no es el del cambio de usos del suelo, visible en los procesos de urbanización y de destrucción de los sistemas de riego por la construcción de infraestructuras de transporte, sino la modernización del regadío. «El riego por goteo es la pena de muerte del regadío histórico ya que las redes de acequias y los elementos hidráulicos que dejan de utilizarse se pierden en dos o tres años». La tercera causa del declive viene por el abandono de la agricultura, que está relacionada con la falta de expectativas que esta actividad ofrece a las nuevas generaciones.
Estos tres «jinetes del Apocalipsis» para los regadíos históricos, según Hermosilla, confluyen con especial virulencia en determinadas áreas como la Huerta de Murcia, y las vegas de Valencia y Granada, donde también tienen su particular «Salvem», la Asociación para la Defensa de la Vega de Granada. En estos tres casos, apunta el geógrafo, las ciudades «se han comido la huerta» al crecer a costa de ella. A esto hay que añadir, «la falta de agricultores, especialmente en Valencia, donde no hay relevo generacional». A esto se suma la «impresionante presión urbanística, que hasta hace poco ofrecía enormes expectativas de enriquecimiento fácil para aquellos agricultores que estaban pensando dejar de cultivar ante la falta de futuro».

«Es imposible protegerlo todo»
Las soluciones para hacer sostenibles estos paisajes «son complejas» según Hermosilla. Este especialista, que no cree que el camino sea convertir estos regadíos en «paisajes subvencionados», aboga por acciones concretas de protección de determinados regadíos históricos y elementos puntuales del patrimonio hidráulico de gran valor. «Es imposible protegerlo todo», advierte. Para ello, propone un método de evaluación de las infraestructuras de riego históricas que mide 30 criterios objetivos como la cultura del agua, su autenticidad, complejidad técnica, historia y la concienciación de los agentes sociales.

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