Opinión: Nuestra manía del agua

El inminente comienzo de legislatura tendrá a las nuevas Cortes regionales pendientes de la resolución por el Congreso del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha, cuya reforma plantea la caducidad del Trasvase Tajo-Segura en 2015, tras el acuerdo de la comisión negociadora PSOE-PP ratificado por el Parlamento presidido por José María Barreda. Es lo que algún inteligente diputado, reacio a la medida, se permitió llamar «esa manía que tienen ustedes con el agua». Es verdad, fuimos tan maniáticos en su tiempo que, después de tentativas inútiles, frustraciones y proyectos en la papelera, no logramos llevarla a nuestros grifos hasta que pasaron ochenta años.Pese a lo cual, aun tuvimos arrestos para dedicarle monumentos como el que el alcalde Pérez Castell, cada vez menos en funciones, acaba de colocar en una encrucijada urbana.

Digo la Fuente de las Ranas por la que fluyen unos hilos de agua, como si los batracios, sedientos tantos años, se la devolvieran al pequeño estanque, donde el circuito le da vueltas en este juego de ir y venir para que no falte. La fuente perdió su remate primitivo, una pieza barroca del maestro Tejados y ahora se queda también sin una falsa y horrible peineta metálica que maldita la falta que le hacía. No vamos a repetir tantas cosas que dijimos, en mucho tiempo, sobre este monumento, desalojado de su emplazamiento en la entonces Plaza de Canalejas por la denuncia de un ilustre vecino que la juzgó maloliente, acusación que le dio la puntilla en un primer traslado hasta ser desmontada, seguramente a la espera de un nuevo jardín donde quedarse otra temporada. Se reconstruyó para su instalación en el Parque Lineal, donde hasta hace poco ha sido el sombrero pétreo de un refrescante que ahora, según dicen, se convertirá en un restaurante al aire libre. Su destino actual, bien lavá y recién peiná, nos deja verla en todo su gracejo ornamental, como fue concebida por la Sociedad de Aguas de Albacete, en aquellos tiempos del quinqué, como homenaje a uno de sus principales promotores, un hombre llamado Dionisio Guardiola, a quien también se dedicaría una calle, todavía vigente, a costa de Carlos IV, que se cayó del cartel, lo que son las cosas, el hombre que salvó a la villa, después de un viaje en 1802 al comprobar sus gravísimas circunstancias de insalubridad, dando lugar a la construcción del que sería Canal de María Cristina. En un par de años se creó el cauce principal y sus ramales. Precisamente sobre esta obra, recientemente se publicó una edición del libro de Cano Manuel, donde se describe el desarrollo de las obras. La publicación reproduce también un croquis de los Ojos del Arquillo y un plano de la evolución de la ejecución del Canal. Es curioso que en algún momento se pensó en hacerlo navegable.Sería por nuestras manías irresistibles.

Y es que las cosas del agua nos han entretenido una barbaridaz, como las ciencias que cantaban en la castiza zarzuela y que adelantaban lo suyo. La misma agua que la famosa Sociedad, y sin necesidad de que hubiera elecciones, ofrecía después de constituirse, invitando a la gente a que suscribiese acciones para consolidar el proyecto de abastecimiento. En su compromiso figuraba la construcción de tres fuentes públicas donde se vendería el caudal a tres céntimos el cántaro, siendo la distribución sin cargo para el matadero, los mercados, las cárceles y las escuelas. Y es que vino otro rey, Alfonso XIII, para protagonizar la escena del balcón, cuando en el Ayuntamiento del Altozano pulsó un botón y empezó a salir un chorrito que venía del manantial de los Ojos de San Jorge, cedido por aquel santo republicano llamado Saturnino López, otro que se quedó sin calle, la actual de Zapateros, como ya ocurrió con el Corregidor Godino, activo impulsor de proyectos acuáticos, también desaparecido del callejero.

Así que más vale no extrañarse demasiado si lo que nos traemos entre manos ahora es el rescate del Tajo, y del uso que prácticamente nos margina cada vez que hectómetro arriba o abajo, se desliza cruzando nuestra tierra donde lo vemos pasar sin que deje aquí una gota. La reforma se explica por la necesidad objetiva de agua que tiene esta región, entre otras cosas por el crecimiento poblacional y urbanístico, aparte de que los regantes la necesitan para subsistir. Estos y otros argumentos conocidos -nuestras manías- sin vuelta de hoja.

Deja una respuesta